Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/18

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por lo cual el hijo tenía que seguir a la madre.

Sociólogos fantásticos y sus entusiastas parti- darios entre los historiadores predicaban, hace veinte años, por todas partes esta fábula; desde entonces, gracias a la investigación filológica y a un estudio más exacto de la historia, se ha conse- guido hacer sobre estas teorías el silencio. Lo que debía ser la esencia del matriarcado: «el predomi- nio del sentimiento colectivo sobre la necesidad individual», es, precisamente, lo característico de la familia patriarcal.

La mujer en Oriente. — Me limitaré a men- cionar el Oriente. La situación de la mujer sigue siendo la esencial diferencia que separa nuestra cultura occidental de la oriental. En Occidente ha llegado a ser, poco a poco, la compañera y la igual del hombre; en Oriente es su servidora y su juguete. Así era hace milenios; así sigue siendo, con pequeñas alteraciones, todavía hoy. La legis- lación de Manú determina el puesto de la mujer indía: «Nunca debe la mujer seguir su propia voluntad; día y noche tiene que mantenerse su- misa.» Conforme a este código, se le reconoce al hombre un amplio derecho a castigar a la mujer. Puede golpearla con un bambú, «aunque sólo en la espalda y nunca en las partes nobles». La hembra debe mirar al varón como a Dios. Casi las mismas palabras emplea Zarathustra para la mujer persa: debe adorar al hombre como a la di-

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