Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/35

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rece antes que a nadie el Resucitado. En las epís- tolas de San Pablo, en los Hechos de los Após- toles, se nombran numerosas mujeres como pat- tidarias del cristianismo. Hasta se ha podido enunciar la hipótesis de que Priscila, la mujer citada en los Hechos de los Apóstoles, sea la autora de la Epístola a los Hebreos.

Cierto es que al equiparse doctrinalmente el hombre con la mujer, el cristianismo no lo hizo realmente en el sentido de que ambas partes po- seyeran los mismos derechos; incluso hoy no es éste el caso. Tampoco en las palabras de Cristo y los Apóstoles. Ei hombre es la cabeza de la mu- jer; la mujer debe servirle; su reino es la casa. Pero la diferencia entre este criterio y las relacio- nes de dependencia de la antigúedad es manifies- ta. Amor y estimación mutuos forman siempre la base de la relación; y tanto al exigir San Pedro la atención más delicada para la debilidad de la mujer, como al afirmar San Pablo que el hombre sin la mujer, como la mujer sin el hombre, que- dan incompletos, percibimos nuevos valores en el vínculo conyugal. Sobre esto, no cabe sino la más enaltecedora comparación: el amor de Cristo a la Iglesia es igual al amor del hombre a la mujer. Semejante unión íntima sólo puede pensarse como indisoluble, hasta que la muerte realice la separación. !

Celso, enemigo fanático del cristianismo, afir-

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