Edad Media, aun teniendo en cuenta a los hom- bres. Motivos religiosos la llevaron al cultivo del drama, y se sintió con fuerzas bastantes para crearlo. Su intención fué expulsar de las escuelas de muchachas las comedias graciosas, pero lasci- vas, que se representaban. La dulzura de Teren- cio atraía a sus oyentes y los contaminaba no poco con el conocimiento de cosas indignas. Del mismo modo que Terencio declama los hechos nada ejemplares de mujeres voluptuosas, quiso ella ensalzar la castidad de las doncellas. El amor es también la base de sus dramas, y no retrocede ante situaciones comprometidas y es- cabrosas. Hay espinosidades en su Abraham, pero también rasgos emocionantes. En el Cali- maco, algunas escenas hacen pensar en la No- vía de Corinto, de Goethe. La obra Dulcitio es notable por apartarse en un punto esencial de los preceptos de la dramaturgia clásica; la acción seria y conmovedora es interrumpida por escenas altamente cómicas. Diocleciano entrega tres don- cellas cristianas al prefecto Dulcitio, porque no se quieren casar. El prefecto las encierra en una co- cina, y por la noche se desliza furtivo en la pie- za. Envuelto en tinieblas, gracias a un milagro, no puede observar que las tres prisioneras se han ocultado tras de un muro y, en su lugar, acaricia los cacharros de la cocina. Tiznado y negro como un moro, al salir, sus soldados huyen de él, cre-
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