cristianos, por Origenes, entre otros, que en cier- tos casos autorizaron algunos dignatarios de la Iglesia contraer segundas nupcias a la mujer, en vida del primer marido. En el terreno de los prin- cipios, la mayor parte de los Padres de la Iglesia sostuvieron un punto de vista más severo; algu- nos otros, teniendo en cuenta la debilidad huma- na, creen que debe autorizarse, por excepción, el nuevo matrimonio. En realidad, una práctica benigna había anulado el rigor de la Iglesia, en el siglo 1v, casi en absoluto; en efecto, los romanos y los germanos eran en esto contrarios a la seve- ridad de la Iglesia; las leyes de unos y otros per- mitían, en una serie de casos, las segundas nup- cias en vida del otro cónyuge. La lucha se sostiene durante siglos. Sólo a partir de la magna lucha político-religiosa sostenida durante el siglo x1 en- tre Gregorio VII y Enrique IV, cuando prevalece el elemento centralista sobre las Iglesias nacio- nales alemana, inglesa y francesa; sólo entonces se consolida, dentro del catolicismo medieval, la afirmación absoluta de la indisolubilidad del matrimonio, una vez que se ha contraído real- mente.
Las mujeres de Carlomagno. — Esto no obs- tante, siguen siendo frecuentes, no sólo los em- brollos matrimoniales, sino también los divorcios entre los príncipes occidentales, conflictos en los que las mujeres fueron casi siempre las víctimas.
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