prodigiosamente extendidos por toda Europa nada tenían que ver con los primeros que aparecieron como penitentes procedentes de Egipto. Y esos nuevos gitanos de tipo diferente, de atezada piel y cabello lacio, de formas graciosas, son los que han dado tanta margen á las polémicas de los discursistas.
El español Francisco de Córdoba, en su Didascalia, repugnando admitir que el origen de los gitanos fuera de su país, huye de fijar fechas acerca de su antigüedad en la península, y aduce razones de toda especie para demostrar que donde primero fueron conocidos fué en Alemania. Sus argumentos sólo han servido para acreditar otro error, que se ha conservado entre algunos eruditos hasta nuestros días, á saber, que los gitanos formaban parte de las dos razas hebrea y mora, y que huyeron de España cuando comenzó la expulsión de esas dos razas por los Reyes Católicos en 1492. Si absurdas podían ser las opiniones sobre el orígen de los gitanos que llevamos indicadas, la de suponérselos hebreos, ó , como algunos han afirmado recientemente, restos de los moriscos que libraron de la última expulsión de Felipe III, es opinion más absurda todavía.
La persecución de que fueron objeto los gitanos por parte de los poderes constituidos ha sido de muy diferente género, y por eso los vemos que han resistido á ella durante trescientos años. Cualesquiera que fueran sus culpas, y cualesquiera que pudieran ser las animosidades que concitaran, tenían en su favor un escudo maravilloso: su pobreza. De todos tiempos ha sido un dicho proverbial: más pobre que cuerpo de gitano. Y hoy día, que la historia se ilustra con datos desapasionados, explícase ya que judíos y moriscos fueron perseguidos para ocuparles sus riquezas y atender con ellas en un principio á la conquista de Granada.