suyos, contentándose con menos quizá de lo necesario. Cual la fiera del desierto, viene sólo al poblado á procurarse el alimento para sus cachorros, y lo toma allí donde lo encuentra.
»Para el gitano las leyes son trabas, las ceremonias del culto son supersticiones, el amor de la patria afecto imaginario de lugar, los derechos del ciudadanos quimeras políticas............................
»De ese modo, siempre humilde, siempre extraño, siempre miserable, el gitano ha llegado hasta nuestros dias; y al revés de los judíos, que persisten todavia en alternar con las otras razas, en ejercer influencia, en acumular riquezas, en no modificar su culto y sus ceremonias, puede pasearse seguramente por toda nuestra España, en este país donde un hebreo no se atrevería á calificarse de tal paladinamente, aunque muchos existan bien acomodados desde Gibraltar á Bayona, desde las Baleares á Lisboa.
»Ladron y bellaco, truhan y encubridor, fullero y rufian, decidor de ventura embustero, y tratante de caballerías estafador, tales son hoy dia las señas del gitano español; y, conociéndole por ellas, cada cual sabe ya cómo guardarse de él.»
Después del anterior bosquejo á grandes trazos, vamos nosotros á ir deslindando los datos que comprende.
Un misionero francés, el presbítero Dubois, que residió en la India cerca de treinta años, fin del siglo pasado y principios del presente, ha descrito minuciosamente las instituciones, costumbres y castas de aquel país; y, muy ajeno de las divagaciones de que era objeto entre los eruditos de Europa la historia de los gitanos, relata las peculiaridades de ciertas hordas de vagabundos en la parle occidental, esto es, en las orillas del Sind, costa de Malabar y distrito del Maisur. Los curavers ó curumerus, los hano-