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GESTA

aquel cielo de ajenjo blanco. En seguida los lunares se juntan, se aproximan, hasta confundirse, los puntos negros y la Ténia gigantesca reaparece nuevamente, no ya simple ni doble sinó centuplicada. El cielo hace el efecto de un mar fosforecente en que la cresta de la ola se divisa blanca desde la orilla, mientras el costado permanece sombrío. Al cabo de un rato en aquel mar de nubes la Ténia impera. Rapidamente van desapareciendo los fulgores blancos. Créese por un momento ver el cielo cubierto totalmente de lineas negras, curvas y quebradas, ondulantes y paralelas. Esfúmanse los contornos, bórranse por completo las últimas estrías de luz y hay un minuto en que los ojos se esfuerzan por ver todavía algo de aquel desfile fantasmagórico, de aquella procesión de nubes blancas que encantó á la imaginación. ¡Inútil empeño! El cielo es una cripta mortuoria donde yacen el silencio y la sombra.

Sin embargo, dentro de breves momentos amanecerá...