en greñas salvajes, descalza, sentada en el santo suelo, fumando un largo cigarro y repartiendo á sus hijas é hijos, medio en cueros, rajas de sandía, que le fueron brindadas al visitante, con naturalidad y llaneza, como si se tratara de un camarada.
Al presenciar el diplomático cuadro tan pintoresco, lejos de amohinarse, permaneció algún tiempo observando profundamente á tan singular familia y pudo ver cómo la Presidenta, después de haber consumido en unión de su prole, la monumental sandía, se dedicó al amasijo de una descomunal cantidad de harina.
La conversación mantenida durante la estancia del diplomático, corrió parejas con la donosa manera de recibirlo, resultando la expresión de cultura de los anfitriones, al nivel de sus vestimentas.
Por largo tiempo, continuó siendo la indumentaria, usos y costumbres de las señoras paraguayas, las mismas que importaron del campo.
Dos mujeres extranjeras, una francesa, primero, y una inglesa, después, entronizaron en el Paraguay el traje europeo al mediar el siglo XIX.
Dieron primero, el ejemplo, presentándose pulcra y elegantemente vestidas y, después, trazaron patrones y compusieron trajes á la prin
