más las caracteriza es su desmedida afición, que raya en monomanía, á la música y al baile. Visten éstas con mucha elegancia, y aunque sus trajes son por lo común de nipis y no de sedas y terciopelo, no es por falta de gusto estético y artístico en el vestir, sino que, por los rigores del calor, siempre intenso en esas regiones tropicales, cierta clase de indumentaria europea no puede aceptarse en el país.
La mujer de la Habana y de Santiago de Cuba, apesar de los atractivos que le presta su aspecto culto y su educación elevada, no tiene sin embargo el interés saliente de la mujer del Camagüey, que no necesita de ese refinamiento civilizador para brillar; á ésta le bastan sus extraordinarios y naturales encantos físicos y la grandeza atlética de su alma.
Apropósito de la mujer del Camagüey se recuerda todavía, como reciente, el siguiente esbozo episódico de la última campaña, que tan encarnizada fué:
Estaba la sección Vázquez Amblar, de cazadores españoles, vivaqueando por las campiñas del Camagüey, para dar caza á la partida rebelde que mandaba el negro Pancho Manssó, cuyas tropelías y emboscadas se habían hecho famosas en la comarca.
La pequeña guerrilla de soldados españoles era respetada, á la fuerza, en la provincia, y,
