ca, coagulada, mezclada con alimentos y arrojada por el vómito. En ambos casos se pone al enfermo en un sitio tranquilo, medio sentado, quieto sin moverse, se le aplica frío al pulmón ó estómago, y se le da pedacitos de hielo.
Enterorragias, producidas por causas traumáticas sobre el abdomen ó expontáneamente como complicación de las enfermedades que ulceran los intestinos: enteritis, cólera, fiebre tifoidea, disentería, hemorroides, etc.
A veces estas hemorragias se manifiestan al exterior en las deposiciones, pero otras veces son internas y hay que saber distinguirlas para llamar urgentemente al médico. La persona se pone pálida, azulada, siente angustia, inquietud, depresión, y abandono; otras veces una sensación de angustia, opresión al pecho, la boca sin aliento busca aire, se siente con asfixia; la respiración corta y superficial; el pulso se pone muy rápido, pequeño y depresible; otras veces hay vómitos, ruído en los oídos, obscurecimiento de la vista; después, pérdida de la inteligencia y conciencia propia de la vida; ojos hundidos, sudor frío y por fin la muerte.
Todos estos son signos de anemia aguda, pero, si fuera la hemorragia pequeña y repetida á menudo produciría una anemia crónica.
Se distingue la enterorragia de la hemorroidea, porque en aquélla la sangre sale íntimamente mezclada con las materias fecales y generalmente de un color obscuro; mientras la de las hemorroides, que son várices del ano, la sangre es más roja, más abundante y formado sólo estrías sobre las heces y sin mezclarse. En este último caso, es conveniente los baños de asiento muy fríos ó muy calientes prolongados. En todos estos casos, se pone acostado el enfermo, reposo absoluto, cabeza baja, aplicación de frío ó hielo sobre el vientre, calmantes y llamar urgentemente al médico.
Lo mismo se procede, cuando se trata de una metrorragia; pero si esta es causada por el parto ó un aborto, debe á más aconsejarse que acerque fuertemente las rodillas y se le hagan fricciones sobre el vientre, hasta que se retraiga el