caliente; si es posible se le cubre de frazadas, franelas calientes, botellas ó porrones de agua caliente ó bien ladrillos calientes envueltos, que se aplican principalmente en la boca del estómago, debajo de las axilas, entre los muslos y en la planta de los pies; los baños calientes, no deben darse sin una orden del médico.
Cuando al fin, la vida ha vuelto á renacer, hasta el punto que el enfermo pueda tragar, se le da á beber por cucharadas, líquidos calientes; agua caliente, te, café, alcohol, vino, etc.; pero, es preciso no derle mucho cada vez.
La congelación sobreviene, no solamente por un frío intensísimo; sino á menudo, por un frío poco intenso, cuando las personas están agotadas por largas marchas; la rarificción del aire de las alturas (puna), y por el hambre, ó adormecidas por las bebidas alcohólicas; entonces se sientan y se duermen á la intemperie, donde falta el oxígeno (asfixia, puna) y un viento fuerte les quita rápidamente el calor vital necesario y pierden el conocimiento de sí mismos (apunados).
Si en estas circunstancias cae la nieve abundantemente, esto es favorable; porque la nieve es un mal conductor del calórico y lo resguarda; así, generalmente, se vuelven más fácilmente á la vida las personas sepultadas bajo la nieve, que otras clases de congelados.
En la congelación, toda la superficie del cuerpo está pálido ó amarilloso y frío; sólo ofrece un reflejo azul en la nariz, en la boca, en las manos y en los pies; el enfermo no siente frío, aunque no haya perdido el conocimiento. Los miembros están tiesos, las extremidades (nariz, orejas, dedos de la manos, de los pies, brazos, piernas), están á menudo inflexibles y frías, como si fueran pedazos de hielo. Quedan después alteraciones igual á las de las quemaduras: hay rojez, ampollas, grietas, manchas obscuras ó blanquecinas en las extremi-