vasos (véase hemorragias), ni grandes nervios. Por eso, se aplican donde hay masas musculares y tejidos flojos: como ser el hombro, la parte posterior y externa del brazo; la parte externa y posterior del muslo, y las asentaderas (glúteos), evitando ir muy abajo para no tocar el nervio ciático; son puntos en que se puede penetrar directamente á los músculos.
También se elige para la hipodermoclisis, las paredes del vientre y tórax, que son laxos, debiendo levantar la piel y tener mucho cuidado de no penetrar en estas cavidades.
Se toma la jeringa desinfectada con la mano derecha y se introduce la aguja en la pipeta recien abierta con un corte de lima; se da vuelta la aguja para arriba para rechazar el aire. Con la mano izquierda se toma un repliegue de piel y se levanta ó se estira cuando no hay peligro y de un golpe rápido se introduce la aguja; así, duele menos, y luego lentamente va introduciéndose el líquido, haciendo suaves presiones en los contornos del levantamiento que produce el líquido inyectado (facilita la absorción), y se acaba por sacar gradualmente la aguja para que vaya cerrándose el trayecto que recorrió la aguja.
Si está bien hecha, no habrá después: ni dolor, hinchazón, dureza, rojez y menos supuración que indicaría infección y por lo tanto descuido en las precauciones más elementales que se acostumbra hoy día.
Ya hemos visto, al tratar de las heridas, que lo que complicaba á éstas, era la penetración de unos gérmenes vivos pequeñísimos que sólo se pueden ver con un microscopio con aumento de quinientas á mil veces, llamados microbios.
Estos se desarrollan en la herida misma (infección local), produciendo pus, dolor, rojez, hinchazón, etc.; que á veces es llevado por la linfa y la sangre de los vasos, á todo el cuerpo ó depositado