Página:Grierson Primeros Auxilios.djvu/311

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ros Auxilios» para ser aquí, reconocida por las autoridades. La «St John's Ambulance Association» debe contar hoy día con unos millones de personas idóneas en esta materia; puesto que en el solo año de 1891, recibieron certificados unas 30.000 personas y del texto oficial se había vendido 450.000 ejemplares, y eso que hay muchos otros libros sobre la materia. Los médicos y la prensa apoyan calurosamente esta enseñanza humanitaria, y en muchas reparticiones públicas, exigen á los empleados estos conocimientos, ó se les da un sobresueldo, para estímulo á los que poseen la medalla de idoneidad, como se hace con los bomberos y vigilantes en Londres.

En casi todos los países se han establecido sociedades análogas. Francia tiene «Les premiers secours» y la «Unión de Femmes de France»; Italia, la «Croce Bianca» ; Alemania tiene la «Samaritana» y nosotros tenemos la «Sociedad Argentina Primeros Auxilios».

El notable cirujano doctor Esmarch, tío político del actual emperador de Alemania, á la vuelta de su viaje que hizo á Inglaterra, fundó en Kiel el 15 de marzo de 1882, una sociedad igual á la «St John's» y la llamó «Samaritana» [1] é hizo personalmente la enseñanza que ha metodizado, escribiendo un texto para la enseñanza, que hoy ha alcanzado su décima edición de 35.000 ejemplares y está traducido también, á unos 20 idiomas. Ha facilitado la instrucción haciendo imprimir cuadros murales con las láminas más necesarias; los pañuelos triangulares impresos que llevan su nombre; como tam-

  1. La leyenda es la siguiente, sacada de la Biblia:
    El Evangelio de San Lucas X, 33 y 34, refiere: que un hombre, al bajar de Jerusalem a Jericó, cayó en poder de unos ladrones que lo despojaron y que después de haberlo herido, lo abandonaron como medio muerto.
    «A poco andar, pasó por ese lugar un sacerdote, y más tarde un levita; ambos se mostraron indiferentes para con el desgraciado. No sucedió lo mismo con un samaritano, que, movido de compasión, le vendó las heridas, echando sobre ellas aceite y vino, y colocándolo sobre su bestia, lo llevó para cuidarlo á una posada próxima. Este hombre caritativo le dijo al mesonero, que se comprometía á su regreso á pagarle el importe de los gastos que originase el herido.»