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El canto de las sombras

ALMA!

Era un bosque de armiño donde el sol se cuajaba a través del ramaje, como una lluvia de oro. Yo era la Sulamita, mi corazón el ánfora y la fuente aquel lago que había hecho mi lloro.

Una vez, fatigado, me pediste del agua que traía en el cántaro y al saber tus antojos sin quererlo, oprimida, te dí a beber las lágrimas caídas gota a gota del cielo de mis ojos.

Te fuiste cuando estaba más dorado el camino, cantando un himno al mundo, dichoso, satisfecho; sin saber que llevabas para siempre vertido el duelo de mi vida en tu púbero pecho.

Aquella misma noche te hablaron mis latidos en música de quejas, en largas sensaciones, y al irisar de nuevo las lumbres el plantío volviste por mis aguas, sediento de emociones.

Te ví cruzar el abra y llegar a la fuente donde contarme el sueño tus amores querían. Las gotas del rocío rodaban por tus sienes y al tocarte la boca tus labios las bebían.

Aún me parece verte desde el menbhir. a solas, con la mirada triste recorrer el sendero. y recojer el ánfora que te dejó mi sombra cuando huyó en sus arcanos al sitio placenterc.

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