El canto de las sombras QUERIDA VAGUEDAD
Aléjate un instante, cara amiga, déjame solitaria; vuelvo por el solar de los que han sido, al mundo de la sombra lapidaria.
Quiero ver si dormitan o conversan sentados en las fosas, si es la vieja ciudad deshabitada, o hay aldabas que llaman a las losas.
Quiero ver si es verdad que a media noche estas calles se animan, y en blancas procesiones los espectros por curvas misteriosas se aproximan.
Quiero ver si estos fúnebres cipreses contagiados del asma tosen, evaporando en sus alientos la humareda veloz de algún fantasma.
Si es verdad que los cuervos solitarios, con voces destempladas se anuncian en los pálidos tapiales, elavando en los sepuleros sus miradas.
Si entonces de la mano, lentamente por los caminos andan los duendes, e estirados en los nichos su ronea voz desde los fondos mandan.
¡Por Dios que noche negra! Tengo miedo de seguir caminando. Esa eruz con los brazos tan abiertos estrecharme, tal vez, está esperando.
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