El canto de las sombras
POR QUE ME DESPERTE!
Lejos, muy lejos... y soñando iba del brazo tuyo, por la vega aislada. Solos los dos, desde un ocaso mismo huscábamos sosiego en la distancia.
Sesgando el aire, hacia la opuesta orilla cruzó un enjambre de palomas blancas, y en el remanso del durmiente río bañó sus plumas la sedosa garza.
Tú caminabas a mi lado, triste, por el desierto claustro de las palmas en cuyas arquerías sutilmente el velo de la tarde se plegaba.
La brisa inquieta, en la sensible fronda, esa su antigua cantilena alzaba. ¿Te acuerdas? — me dijiste — ¡es la de siempre! —Nunca pude olvidar esta plegaria.
Y aquel poema del pasado extinto cantó aunque lejos su ilusión cuitada, en la memoria del recuerdo mutuo s como la voz de interrumpida pausa.
Desde el confín, en la siderea intriga miró a los bosques la gugsdiana luna... ¡Cuánto te hubiera amado aquella nocke si no me hubiera despertado nunca!
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