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El canto de las sombras


OCASO MISIONERO

Cual fanal de etéreo barco, a la popa de la nube, vá la luna flebilosa que argentea el carrizal con su lágrima de azufre enjugada en la agonía del crepúsculo otoñal.

En el plácido remanso que aniquila sus corales una garza solitaria baña el límpido plumar, y en bandada los chajaes se levantan oscilando sobre el húmedo lugar.

Entre pliegues aromados de flotantes camalotes, con sus náyades ocultas juguetea el Uruguay, y esperando sus amores se recuesta la calandria blandamente en el vatay.

Mientras lleno de tristura, cual antiguo misionero que no ha muerto todavía er la tarde colonial, junto al bajo gime el viento como ayer estremecido, como ayer sentimental.

Y a la vez que apura el astro su sidérea caminata, del oscuro de la ruina al azul vuela un biguá como el alma rebelada de un indígena pagano que aún adora a su Tupá.