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El canto de las sombras

EL AMOR DE LA PRINCESITA

Todo está desierto; ya la princesita no habla a las estrellas desde su atalaya; ni por los jardines, con paso seguro eruza aquel magnate de celeste capa.

Dicen los pastores de la cercanía que una noche hermosa con nubes lunadas, góndola soberbia vieron sobre el río que con rumbo extraño las olas surcaba.

Y una mujer bella como la Madona ceñida con pliegues de temblante gasa, y un joven de rubios y sedantes bucles inquieto a su lado, que la acariciaba.

Diz que en ese instante, tal vez oportuna se ocultó en las nubes la Selene casta, mientras de las conchas llegó a la ribera como un miserere, la canción acuática.

Todo esta muy triste! Ya las madreselvas no abrazan floridas las silentes tapias; ni a formar sus nidos van las golondrinas en las tardes quietas, junto a la ventana.

Ni sus broches abren sobre los canteros, las rosas que han muerto de dolores, pálidas. Ni el paje recoje las dalias de oriente que el diván cubrieron a su hermosa dama.

Ni en los plenilunios de las noches buenas la cítara amante los rondeles canta,

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