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El canto de las sombras

ABSENCE

La marquesa de Francia sigue el blanco sendero florecido con dalias y con rosas de ““spleen”; va pensando en la cita de Francisco Primero y en la azul serenata de un galante violín.

Por la pálida senda, levemente camina conmoviendo en la sombra el jazmín de su pie, y parece argentarse la sensible glicina cuando tiemblan los pliegues de su falda glasé.

Se olvidó nuevamente del palacio risueño donde siempre se vuelca la paleta lunar; otro mundo le llama en la hora del sueño... el “nocturno”, el trovero, las estrellas y el mar.

Sobre el quieto remanso del estanque sombrío sus plumajes afina una garza real, y salpica, coqueta, de flageante rocío - las inmóviles formas de la estatua glacial.

Mientras, solo, en el banco de sus horas serenas, duerme el paje rendido, como en: cuentos de Alá; y soñando en el oro de sus viejas almenas la marquesa de Francia como un hada se vá...

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