Esta página no ha sido corregida
El canto de las sombr.
Fué bella, lozana, pura, risueña, feliz y niña. Jugó como yo jugaba, rió como yo reía.
Después amó. ¿Quién no siente la juventud de la vida? Y una mañana, la pobre me confesó que sufría.
Por última vez, más tarde, la ví alejarse; tosía. Miróme con ojos vagos, besóme con boca lívida.
Y al mundo de las montañas, enferma, lúgubre y fría, partió a buscar, para nunca, aquella salud perdida.
En cementerio lejano de aldea pobre y tranquila, eternamente descansa la que fué mi tierna amiga.
Murió virgen en el sueño de nunca alcanzada dicha, murió solitaria y triste, murió silenciosa y tísica...