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presentia su ciencia, comprendia su fuerza de voluntad y su fé, y adivinaba que Cristóbal trataba de dar vuelta al mundo, para llegar á los pueblos que ignoraban la venida de Jesu-Cristo, y mostrarles el signo de la redencion. Estas esperanzas rejuvenecian al patriarca en el borde mismo de la tumba, tornando en reluciente aurora el crepúsculo de su vida, en premio de los cristianos ejemplos que dió á su familia, y en indemnización de sus tribulaciones, de sus angustias y de sus pesáres.

Se cree que la vuelta de Domingo á Jénova data de entonces, y es mas que probable que fuera Cristóbal quien lo trajese; porque despues de haber perdido á su mujer, careciendo de los cuidados que son indispensables en edad tan avanzada, imposibilitado de trabajar lo mismo en su oficio que en su hacienda de Valchaude, suspiraba por la ciudad á que le ligaban tantos recuerdos, y vino a establecerse en el barrio de San Esteban junto á la puerta del Arco.

Despues de hacer por su padre cuanto estaba á sus alcances, dirijió Cristóbal la vista á las monarquias cristianas, para elejir una que asociar a la honra de ejecutar su empresa. Por su celo en defender la fé, su intrepidez y su constancia en pelear contra la morisma, su carácter caballeresco, sus recursos marítimos, y mas que todo por la fama de sus reyes don Fernando de Aragón y doña Isabel de Castilla, que juntos la gobernaban, España fué la escogida. Desde aquella hora se consideró comprometido con ella, y para ella se embarcó á la primera oportunidad, sin haberse provisto de ninguna recomendacion, confiando solo en la proteccion del todopoderoso.