Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/137

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el comercio, que los negocios importantes estaban en suspenso, y para el gasto diario se recurria al cambio. Isabel los redujo á cinco, y los puso bajo una rigorosa vijilancia.

Para poner coto á los desmanes de los malhechores, que infestaban los campos y los caminos, cometiendo todo jénero de tropelias con los labradores y los viajeros; en una palabra, para establecer la policía fuera de poblado, hacia falta una fuerza respetable, que estuviese en contínuo movimiento. ¿Pero cómo sostenerla en la precaria situacion en que estaba el tesoro? Isabel no se detiene ante este obstáculo; y auxiliada por su contador Alonso de Quintanilla, hombre de grande intelijencia y fiel servidor suyo, organiza los cuadrilleros de la Santa Hermandad, que uniformados y mantenidos por el vecindario, dan un efectivo de dos mil jinetes, ocupndos en perseguir los criminales, y hacer ejecutar las sentencias sin gravar al erario en un maravedí. Hecho esto se traslada á Sevilla, para dar á los jueces ejemplos de imparcialidad, de apego al trabajo, y hasta de saludable rigor.

Aquella mujer sublime tenia el don de justicia; pero Dios le habia infundido tambien los principios de la ciencia del derecho, la aficion á la urisprudencia, el instinto de lejislar, y esa rectitud y penetracion que caracteriza á los verdaderos príncipes en los mas grandes conflictos. Así es que se vió por primera vez á una reyna codificando las leyes, reorganizando la administracion de justicia, creando jurisdicciones y jurisconsultos, escojiendo cuidadosamente los majistrados probos é instruidos, y dándolos á sus vasallos como uno de los mayores beneficios que pudiera hacerles, destituyendo á los ignorantes y corrompidos, juzgando á los jueces, corrijiendo sus sentencias y sus autos, y erijiéndose con gran contento del pueblo en supremo tribunal de apelacion, hasta que estuviera terminada su obra rejeneradora. Mas de una vez se hizo traer á su despacho du-