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titosobre la plata de las iglesias. Suscribe gustoso el clero á su demanda,[1] y entónces los soldados se ven salir por todas partes como brotados del suelo.

Organiza el ejército de occidente en pocas semanas, se pone á su cabeza, lo conduce á las fronteras, y lanza sobre Portugal huestes tan numerosas, que don Alfonso se vé en la necesidad de dividir las suyas, para socorrer su reino, atacado por su espalda, y á la par que Fernando procura hacerle frente por vanguardia, Isabel le corta las comunicaciones, y con sus columnas volantes devasta su propio suelo. Despues de varios encuentros parciales una batalla, ganada por el rey católico al invasor, lo fuerza á suspender las hostilidades.

Los franceses que, ahados de los de Portugal, habian puesto sitio á Fuenterrabia, y venido dos veces para embestir á los vizcainos, cansados de la obstinada defensa que inspiraba Isabel, volvieron á pasar los Pirineos, y gracias al cardenal Mendoza, se firmó entre España y Francia una tregua, preliminar de la paz definitiva con Portugal.

Este tratado, que iba á dar el reposo á sus pueblos, le ofrecia la ocasion de desplegar mayor actividad aun, y libre ya de enemigos estranjeros, comenzó á combatir los del interior; las preocupaciones inveteradas, y los vicios sancionados por la incúria de la administracion.

Era preciso proveer á la seguridad de las personas y de las propiedades, asegurarse de la integridad y capacidad de los jueces, restablecer el crédito de los valores públicos, y la ley de la moneda, é impedir su alteracion, en la cual se ocupaban en el reinado precedente ciento cincuenta talleres, que ponian tal confusion en

  1. * "Fué tal el entusiasmo del clero que él mismo procuraba disipar los escrúpulos de la reyna con testos y autoridades sacadas de los libros santos." Lafuente. Hist. jen. de Esp., t. IX. p. 13. N. del T.