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CAPITULO VIII.


I.


El Viernes 12 de Octubre de 1492, al romper el alba, se vió desprenderse de las sombras y destacarse, como si saliera de las aguas, una tierra floreciente, cuyos bosques, dorados con los primeros rayos del Sol, exhalaban mil desconocidos perfumes, y seducian la vista con su risueña perspectiva. Avanzaron las carabelas reconociendo una isla de bastante estension y nada montañosa: espesas florestas cortaban el horizonte, y en sus claros relucia como un espejo el agua cristalina de un lago. Las ondulaciones del terreno, cubierto con vigorosa vejetacion, formaban por decirlo así, como un marco de media caña salomónica á una playa espaciosa, hácia la cual se dirijieron.

No bien cayeron las anclas, que lleno de recojimiento, revestido de un manto escarlata, llevando en la diestra el estandarte de la espedicion, que ostentaba la imájen de nuestro señor Jesu-Cristo, bajó Colon la escala y entró en la chalupa, seguido de su estado mayor. A su vez, los capitanes de la Pinta y de la Niña, con las banderas de la empresa, tomaron sitio en sus canoas, que en pocas remadas ganaron la orilla.

Colon, sin poder contener su entusiasmo, y mudo