Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/254

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chon, que subia y bajaba alternativamente, cuyo movimiento, sin importancia para el resto de los marineros, dió á conocer á Colon con exactitud la vecindad de la tierra.

Navegaba la escuadrilla perfectamente: á las doce, segun las órdenes del comandante, se acortaron las velas, y aunque parecia iban con lentitud, una fuerte corriente los impelia hacia el O, y la Pinta, como buena andadora se habia adelantado mucho á sus compañeras. A bordo de cada buque la espera y la ansiedad eran unánimes, estremadas é indescribibles, pues sus tripulantes, electrizados con la solemne afirmacion de su jefe, y sin dudar ya de sus palabras, no quisieron entregarse al sueño. Devoraban el espacio, buscando penetrar con su ávida mirada por las inciertas sombras, cuando de repente reluce un fogonazo, y un estampido resuena á lo lejos: ¡Tierra! ¡Tierra! gritan con voz estridente los marineros, y el eco de tan májica palabra se repite una y otra vez por aquellas soledades, hasta perderse confundido con el dulce murmullo de las olas. Juan Rodriguez Bermejo, de la Pinta la habia visto. Señalaba el reloj de la Santa Maria las dos de la madrugada, cuando Cristóbal al escuchar la detonacion, cayó de rodillas, y levantando al cielo las manos entonó lloroso el Te Deum laudamus, respondiendo en coro la regocijada jente á los acentos conmovidos de su caudillo. Solo despues de cumplir con el deber relijioso se dió curso á la alegria, que rebosaba en los pechos.

Por órden de Colon se amainaron las velas, no dejando mas que la de trinquete, y se pusieron al pairo, para esperar el dia. La prudencia del comandante, que nada olvidaba, hizo poner la flotilla en estado de defensa porque se ignoraba lo que el Sol alumbraria. Se limpiaban las armas, se sacaban los uniformes de gala; los amigos y parientes se felicitaban, y la tripulacion en masa de la capitana se presentó á Colon para tributarle sus respetos y rendir homenaje á su injénio.