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África, al poliglota Luis de Torres, judio convertido, y en otro tiempo agregado á la familia del gobernador de Murcia en calidad de preceptor, y á dos indios para que, en caso necesario, sirvieran de intérpretes. Provistos de bujerías, para procurarse víveres en el viaje, debian dirijirse los mensajeros á la corte del gran Kan, y participarle la llegada á sus estados de Cristóbal Colon, encargado de una carta y de presentes de los reyes de España, deseosos de trabar relaciones de amistad con su alteza. Colon les dio instrucciones muy circunstanciadas acerca de las observaciones que tenian que hacer en aquella escursion. Durante su ausencia mandó carenar las tres carabelas; pero teniendo la precaución de no varar mas de una á la vez en la costa, dejando dos prontas siempre á combatir; sin embargo de que por la apariencia no hubiera nada que temer de los indíjenas.

Tornaron los enviados al cabo de seis dias; pero en lugar del gran Kan, de su capital y de las minas de oro, no habian encontrado mas que una aldea de medio ciento de cabañas, en la cual fueron recibidos como venidos del cielo. Los principales los tomaron en brazos para conducirlos á la mejor choza del lugar, y los hicieron sentar en sillas, mientras que ellos se prosternaban en tierra respetuosamente á su alrededor, y les besaban pies y manos. Al volver Rodrigo de Jerez y Luis de Torres dieron con multitud de naturales de ambos sexos, que traian unos rollos de yerbas secas encendidas por un estremo, mientras por el otro se lo acercaban á la boca para aspirarlo, después de lo cual, despedian de ella una nube de humo. Designaban esta especie de caramillo con el nombre de Tabaco, que nosotros hemos dado á la misma planta.

Los embajadores atravesaron por tierras perfectamente cultivadas, sembradas de aldehuelas, y vieron cantidad de árboles, de flores, de yerbas aromáticas y de aves del todo desconocidas en España, á escepcion