Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/277

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contento y de inquietud. En la Pinta y en la Niña jamas se obedecian sus órdenes con puntualidad, y sus dos capitanes se permitian ciertas observaciones, todavia mas inconvenientes por el tono que por las palabras. Los tres hermanos Pinzon, el mayor principalmente, no podia tolerar el que un estranjero, que sin su ayuda no hubiera podido hacer la espedicion, se viese tan de súbito condecorado con los títulos de almirante y virey, y con derecho á recojer según sus capitulaciones con la corte de Castilla, una parte considerable de las riquezas que producian aquellas rejiones: la envidia aguijoneaba la ambicion del señor Martin Alonso.

Un indio embarcado en la Pinta en calidad de intérprete, hubo de ponderar á su capitán las magnificencias de Babeque, del camino de la cual se pretendia práctico, y Martin Alonso, alucinado con tan risueñas esperanzas, se apartó de los otros buques en su demanda en la noche del 21 al 22 de Noviembre. Como la atmósfera estaba despejada y el viento fresco, pudo ver el almirante la maniobra, é hizo encender un farol, que se dejó ardiendo hasta el alba; pero Pinzon, sin tener en cuenta la señal, continuó con rumbo al E. desapareciendo en el horizonte: grande sentimiento causó al virey su deserción.

La Niña, mandada por Vicente Yañez Pinzon, se mantuvo fiel en su puesto, que Vicente, ademas de ser muy dado á las cosas de la mar y de la hidrografia, comprendía mejor que sus hermanos el manejo de un buque y las nociones del deber, y por su capacidad podia mas bien que ellos apreciar el carácter de Colon.

En los dias 23 y 24 se acercó el almirante por la mar de Nuestra Señora á las costas de Cuba, descubriendo varios cabos y fondeaderos seguros y capaces. En una de sus escursiones encontró piedras con partículas de oro, y las guardó para llevarlas á la reyna. Halló también abetos perfectamente rectos y de altura desco-