Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/321

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los reyes católicos. No habiéndole salido bien el atentado y temiendo las consecuencias, buscaba el gobernador portugués el modo de encubrirlo con un prestesto plau- sible. Colon lo comprendió y no solo los satisfizo, sino que todavía les hizo regalos de objetos del nuevo mun- do. Convencidos los delegados del gobernador de su calidad, le devolvieron con la lancha los marineros que guardaban en rehenes, los cuales decian que si hubie- ran logrado apoderarse de su persona, nunca jamas les dieran Hbertad, porque así era la orden espresa de don Juan 11. Levaron anclas sin perder momento y dieron vuelta á la isla, queriendo hallar sitio donde hacer leña y tomar piedra para lastre, pero lo fuerte de la resaca impidió á las embarcaciones arrimarse á tierra; y como en esto se presentasen ciertas señales, precursoras del viento del S., que en aquellas alturas es tan peligroso aguardar so- bre las amarras, decidió el almirante proseguir su ca- mino. La mar estaba tranquila y navegaban impulsados por una fuerte brisa, por lo cual daba el virey gracias al señor en su Diario y en su corazón. Por espacio de .^dos dias la marcha fue regular; mas á poco, vientos con- trarios tornaron á lanzar á los marineros en los peligros y fatigas de que creian haber escapado ya. III. El 1 y 2 de Marzo pudo seguirse un rumbo favora- ble. El 3 al ponerse el Sol, un chubasco se llevó en pe- dazos las velas de la Niña, que estuvo á punto de zozo- brar; pero la divina providencia veló por su servidor;