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XLII

Ni los acontecimientos políticos de 1848, ni la conmocion europea que les siguió, pudieron distraer la atencion pública de un asunto que la absorbe siempre sin apurarla nunca. Las repúblicas americanas quisieron manifestar su aprecio al varon ilustre y famoso en ambos mundos, y muchas ciudades le consagraron monumentos. En 1850*[1] el gobierno peruano le hizo erijir una estatua colosal en la plaza mayor de Lima, confiando su ejecucion al cincel de Salvador Revelli. En 1851 un liguriano eminente, monseñor Esteban Rossi, de la servidumbre del soberano pontífice, publicó un escrito notable , rebosando patriotismo, cuyo título era: Del destierro del jenoves Cristóbal Colon. Con poca diferencia al mismo tiempo el patricio jenoves, que mas ha contribuido á enaltecer en el estranjero á su nacion, el marques de Brignole-Sale, embajador de Cerdeña en Francia, durante un largo espacio, apreciado en el cuerpo diplomático, conocido de los pobres, caro á las artes y á las letras y sobre todo al catolicismo, mandaba hacer en Paris á su compatriota Raggi, un notabilísimo grupo, representando á Colon en el momento de descubrir tierra.

En 1852, nuestro ilustrado amigo el conde Tullio Dandolo publicó en Milán Los siglos de Dante y de Colon,[2] reproduciendo un fragmento de La cruz en los dos mundos, que concierne al carácter relijioso del almirante; y toda Italia la recibió con aplauso. Mr. de Lamartine trazó un cuadro poético con su prosa mas brillante en honor de Colon, y un distinguido marino, que por res-

  1. * En 1849, empezó á publicar en Madrid don Manuel Diaz Ilarraza su libro titulado: El descubrimiento del nuevo mundo.
    N. del T.
  2. Milano, dos tomos en 12°.