ensenada del cabo Sacrum, jeneralmente conocido por Sagres, y alli apartado del bullicio de la corte, en el silencio de la soledad, se consagró aquel espíritu noble á las matemáticas y á la astronomía. Formó una biblioteca de libros de náutica, se procuró relaciones de viajes, mandó traducir manuscritos árabes, y trayendo á su lado á hombres espertos en las cosas de la marina, tornó su rejia vivienda en un colejio naval. Estableció un consejo hidrográfico,[1] y puso de presidente á un mallorquín cosmógrafo de cuenta, célebre por sus cartas, por haber perfeccionado la aguja de marear y empleado el astrolabio.[2] Hasta entonces consistía toda la ciencia de navegar en seguir la dirección de las costas, y como cuando quisieron apartarse un tanto de la rutina, y engolfarse en el moviente elemento tropezaron con las dificultades y engaños, á que dan lugar los fenómenos marítimos en cada veinticuatro horas, buscó el infante un remedio á tan lamentable imperfección, é impulsado por su celo relijioso, quiso acometer á su costa empresas de descubrimientos.
En 1419 mandó por dos ocasiones reconocer y doblar el cabo Non, que tenia fama de ser el centinela avanzado de las rejiones inhabitadas, y cuyo solo nombre espantaba á los pilotos, pues detras de sus peñascos cubiertos eternamente de blanca espuma, se estendia lo desconocido, nadando en la inmensidad. En 1420 salieron de orden suya Juan González Zarco, y Nuño Tristan Vaz con el objeto de esplorar las costas africanas, pasando por Non; pero una tormenta los echó al Oeste de una isla desconocida, que llamaron Porto Santo, á cuyo encuentro siguió pronto el de la de Madera. Tres años después fué visto y doblado el formidable cabo Bojador, que apenas se sospechaba por los navegantes,