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HISTORIA DE LA

un todo tiempo el ganado errante en I :is llanuras. Habiendo visto en 1831 un buque de aquella nación , que estaba paescndo en las costas Malvi- nas á pesar de los avisos oficiales co- municados al cónsul de los Estados Unidos , se apoderó el gobernador de la embarcación , y este acto de re- presión le acarreó á él ya su desgra- ciada colonia , toda la cólera del ca- pitán americano , Silas Duncan , co- mandante de la corbeta Liexngton. Sin estar en lo mas mínimo autori- zado este marino por su gobierno, se dirijió á las Falkland , atacó re- pentinamente el nuevo estableci- miento , saqueó las propiedades de sus colonos y arrasó sus viviendas. Muchos de ellos fueron conducidos prisioneros á bordo de la corbeta , y con muy mal trato á Buenos-Ai- 1*68, donde los dejaron en manosdel í^obierno en 1832. Los Estados Uni- (ios aprobaron la conducta brutal del capitán Duncan , y reclamaron no tan solo las indemnizaciones por los perjuicios causados al comercio de la Union, sino también una re- paración por los supuestos daños <iue habian recibido personalmente los ciudadanos americanos. Mientras que estaban perdiendo el tiempo los Estados Unidos con la repitbli(5a de Buenos- Aires en inter- mmables discusiones ^ la Inglaterra, que no habia cesado de considerar- se como única soberana de las islas Falkland , y que ya antes habia pro- testado contra la instalación de la colonia republicana , dio orden al comandante de su estación naval en la América del Sur, para que man- dase un navio al archipiélago é hi- riese tremolar en aquellas islas la bandera británica, confirmando los derechos del dominio inglés y ha* ciendo desaparecer todo cuanto per* lenecia al sobiemo de Buenos- Ay res. I'.n 2 de febrero de 1832, fondeó la fragata Clio en la bahía de Berkeley , y la Tyne en Port Egmont. En am- bos puntos se enarlK>ló el pabellón inglés con salvas de artillería. La corta guarnición republicana rindió las armas sin ninguna resistencia , y partió para la Plata en un schoener armado que habia en la bahía. Desde entonces pertenecen las Malvinas á la Gran Bretaña, aunque esta potencia no se ha ocupado en sa- car los recursos que induaablemente ofrecen aquellas islas. En 1834 fué enviado á Puerto Luis un teniente déla marina real , con orden de re- sidir en él, sin que sepamos -lo que haya hecho después, porque aquí carecemos de documentos, tanto fi'anceses como ingleses , relativos á este asuuto. Seguramente no hemos dicho to- do lo concerniente á las Malvinas , porque la posición de estas islas al confín meridional del continente americano, en parajes muy precio- sos para el comercio , les promete un destino no menos fecunda en vi- cisitudes como ha sido el período de su existencia cuyo cuadro acabamos de bosquejar. Sin embargo , han perdido de su importancia romo puerto de arriba- das, estando de dia en dia mas aban- donado el paso al Océano-Pacifíco por el cabo de Hornos , para el es- Irecho de Magallanes. Los ballene- ros y otros barcos que se dedican á la pesca de las focas cerca de las tier- ras polares , son los únicos que van lioydiaá las Malvinas para refres- car sus víveres.


FIN.