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HISTORIA DE LA

Sobre la arena. Logra escaparse en- tonces, pero en breve es alcanzado por otros enemigos que acaban por sinetarlecon el lazo fatal : por lo re- guiar se le mata en el instante mis- mo, y el vencedor cortándole las alas, las coloca en el cuello de su caballo en señal de triunfo. Esta caza es un espectáculo sumamente curioso para el estranjero, y anima los llanos de- siertos de la Patagón ia septentrional. Hállase además otra clase de estas aves que los Gauchos denominan avestruz petiso. El número de aves de rapiña es ' mu^ considerable en la Patagonia: el temible cóndor^ cuyas alas jigantescas , abrazan un radio de quince pies, se- ñorea con uh vuelo majestuoso las rejiones del litoral; los Incas del Pe- rule t*espetan como los Ejipcios al milano. Él cóndor tiene por compe- tidores al catharto aura y al cathar' to urubú. El primero, llamado tam- bién vultur aura , es una especie de buitre voraz que esparce á su alrede- dor un olor insoportable. El urubú es de la misma familia aue el prece- dente, y el olor que exhala, lo mismo que sus-escrementos, tienen mucha analojíacon el almizcle, si bien este mismo olor se halla sufocado por el de carne podrida. Estas aves , como se ha dicho ya , se nutren de reses muertas v evitan al pais muchas en- fermedades epidémicas. Cuando los urubus se ven acosados al acabar su comida , vuelan con dificultad y vo- mitan la carne que acaban de tragar, no sólo con el objeto de aliierar su vuelo, sino también con el ae entre- tener á los carácaras que se paran Sararecojer el cebo que leshandeja- o sus enemigos. El carácara es un águila voraz en estremo que anda siempre rodando al rededor de las habitaciones alimentándose de ani- males muertos. El águila coronada., el águila aguya , la busa tricolor y algunos busardos hambrientos per- siguen á su presa incesantemente. Por el verano regresan á la Patagonia el alcpn y algunas aves carnívo- ras nocturnas, como el ñacurutú , el duque de Europa y el aterrador. Entre las aves de tamaño menor se cuentan los rhinomios , especie de mirlo^ que viene en el invierno des- de el estrecho de Magallanes; «I burlón de Patagonia^cviyo canto mo- dulado y cadencioso parece que re- meda al de los otros pájaros ; el lije- rísimo trogladito , el tímido synar llaxoy y el juguetón gobemosca. Las praderas del norte se hallan frecuen- tadas por algunos pipis que devoran los insectos , y por muchos muscisa- xicoles , especie de pájaro mosca , y eor el vocinglero tangara^ cuyos ermosos colores pueden rivalizar con los del colibrí. Este pajarillo es el único de su clase que frecuenta los pantanos , donde se hallan también algunos trupiales , y el pájaro milu tar^ llamado así, por sus charreteras y pecho encamados. Inñnidad de golondrinas pueblan taínbien las oríllas de Rio Negro con otros pajaríllos,como el diuca ó gran pico del Chile^ célebre por su pluma- je azul y su garganta blanca; eta/iu/ii- bi ave de pluma negra y pata colo- rada , cuyo nido merece describrirse por su orijinalidad, colocado ordina- riamente en la punta de las ramas inclinadas ó en medio de arbustos solitaríos. Esta mansión, donde va á dormii' cada noche la pareja,es muy singular, comparada con el volumen de sus constructores; tiene de IS á 19 centímetros de lonjitud y algu- nas veces asciende á 40: su forma es la de un óvalo prolongado ; la parte esteriorestá protejida por una por- ción de espinas vejetales, colocadas con tal arte que no pueden arran- carlas sin quebrantarlas ; lo interior se compone dedos gabinetes, uno de ellos bastante capaz y abierto lateral- mente: en la primera estancia hay un Í>asadizo que conduce á la segunda, a cual está muy tullida y es dónde pone sus blancos huevos lá hembra en el mes de los amores, que es el dé octubre. Los anumbis trabajan cons- tantemente en componer su nidó^ en lo que ocupan toda su vida, es- cepto los instantes que consagran a! cuidado desús hijuelos. El anabato^ pájaro de aH>ustos, cuyas costumbres son muy parecidas á las del anumbi^ con un canto muy cromático y cadencio^; el horneras que construye tam,bien su nido ccm