Página:Historia de la Patagonia, Tierra de Fuego, é Islas Malvinas.djvu/55

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
37
PATAGONIA.

«iespertado las perras d« las repú- blicas vecinas ideas de codicia j amorá las aventuras. Irritados los Brasileños déla pros- peridad de un establecimiento que era como el depósito de las mercan- cías que les robaban, concibieron en 1828 el proyecto de arrebatarlo á á la república de Buenos- Aires. Nó tardaron pues en presentar cinco navios de guerra en la embocadura del Rio-Negro : tres solamente con- siguieron franquear la barra del rio , y avanzaron hacia la colonia. Ia única defensa del Carmen eran algunos marineros de corsarios , al- gunos soldados de infantería y la milicia del pais , compuesta de los habitantes y de los Gauchos. Hubo juntas , se tuvo consejo , y todos uná- nimes fueron de dictamen que se hiciera la defensa. Los capitanes de los corsarios armaron inmediata- mente dos buques, y de acuerdo con , todos los marinos tomaron la reso- lución de atacar los navios , en tan- to que la caballería cayese sobre las tropas enemigas. El jeneral brasile- ño, Inglés deoríjen, creyó que con soldados aguerridos era fácil vencer á un puñaao de hombres indiscipli- nados, y apoderarse del estableci- miento. Sin pérdida de tiempo, al dia siguiente, ejecutó su desembar- co, echando atierra setecientos hom- bres, y dejando poca jenle á l>ordo de los navios. A la pjjrte abajo del rio habia que andar seis leguas para llegar al Carmen. El guia que lleva- ba le aconsejó , temiendo una em- boscada, que echase por lo interior de las tierras para caer al improviso sobre pl Carmen ; pero entre hom- bres habituados á las astucias y ar- dides de los Indios , era imposible que fuesen desconocidos toaos los movimientos de los enemigos. Los inilicianos, en número de ciento á ciento veinte, tomaron iomediata- roente la resolución de rendirle por sed , y al instante pusieron en ejecu- ción este proyecto. Las tropas brasi- leñas, compuestas todas de infante- ría , se hablan puesto en camino sin la precaución de llevar refresco algu- no , de modo qi^eá las cuatro ó cin- co horas de marcha forzada en me- dio de áridos desiertos empezaron á esperimentar una sed devoradora , aumentada por el calor del estío. Acercábase el ejército al punto de su espedicion y quería ocupar el Rio- Negro. Vanos deseos. Encontró la milicia dispuesta á impedírselo : hu- bo muchas escaramuzas , muchos inuertos de una y otra parte. Pare- cía acalorarse la acción , cuando el jeneral, blanco de los Gauchos, á causa de su uniforme, guarnecido de alamares de oro, fué derribado de un balazo. Desalentó su jente r una sed cruel atormentaba los solda- dos y les hacia murmurar ; lo^ oficia* les trataban en vano de reun irlos , j el grito jeneral de rendirse les forzó á entregar sus armas á los milicia- nos, quedando todos prisioneros. Mientras que los habitantes del Car- men alcanzaban esta victoria distin- guida , los navios llegaron hasta cer- ca del fondeadero. Combatieron con ardor, y ya uno de los buques «brasi- leños estaba apresado, cuando la no- ticia de la derrota del gército obli- gó álos otros á rendirse; Tal fué el resultado de icion brasile-dla espe ña. Un rasgo de barbarie y de codi- cia inaudita acabó con la existencia del jeneral de los vencidos. Apenas fué derribado del caballo , se arrojó sobre él un Gaucho, le despojó de su rico uniforme y advirtiendo que llevaba un anillo precioso, trataba de cortarle el dedo , no pudiendo sa- carlo de él. El jeneral no estaba si- no herido , y se habia mantenido inmóvil con esperanza de salvarse ;• pero el dolor que le causó el corte del cuchillo del Gaucho fué tan vi- vo que le arrancó un jemido , y esto le vendió. El soldado le traspasó en- tonces el corazón con su sable , y hu- yó triunfante con la sortija qué tan- to habia codiciado. Al año de esta sangrienta lucha se veian todavía los llanos del Carmen sembrados de huesos y plagados de aves de rapiña que se disputaban los jirones de carne disecados por el sol ; restos de los cadáveres de los Brasileños muertos en el combate. Sus enemigos los dejaron insepul- tos, según parece: esta barbarie ea¿ jeneral en los partidos que se hae«n