ca , aun en aquellas rejione» donde cierta civilización ha penetrado. Los prisionerD3 brasileños hechos en el combate del Carmen, para desemba- razarse de ellos los vencedores , fue- ron enviados á Buenos^Aires , á pié f en la estación mas calorosa del año ^ y á cargo de oficiales tan bárbaros cerno sus subalternos. Aquellos des- dichados anduvieron mas de dos- cientas leguas por desiertos áridos y ardorosos, devorados de la sed , sd« metidos á las prtvaciones mas duras f al trato mas inhumano. Un gran número de ellos pereció en el cami- no; otros, rindióos de cansancio ó debilitados por )as enfermedades, no pudieron seguir él convoy v fue- ron abandonados en aquellas llana- ras inhospitalarias. A su regreso, los soldados que los habian escolta- do > üe jactaron de habar adquirido nuavos tUuloa á la gratitud de sus comnatriotas , por la manera con que nabian perseguido á los infor- tunados prisionerost
Ya se ha YÍ«to qu^ bajo el imperio de las cirennatancias se acrecentó la pfoapeHdad del Carmen de una raa- Hapaesti^aofdioaria. Por una conse- euenaia muy natural y fácil de pre- wr, aquel feli^ estado de cosas de- bta desaparecerían luego comocesa* rala concurrencia de los corsarios «airanjeros. flfeetivamente , la paz Gilabradaen 3 de octubre de 1828, entre el Brasil y Buenos-Aires , fué la señal de la decadencia de aquella eolqnia, comentando para ella una nueva ara de calamidades y de rui- na. Lqs Indio» volvieron á empren- der el cui^o de sus devastacionea , y el terror que difundieron en ambas orillas del Rio-lVegro fué tal , que un gran numero de habitantes del Car- men fueron á biuicar en las cerca- níaside Buenos-Aires la tranquili- dad de que no podian ya gozar pro* ximos á los Aucas y Patagones. Esta colonia que tantas alternativas ha t&* nido de dicha y de adversidad , se halla hay dia en el estado mas deplo- rable ; siendo de temer que de la in- diferencia del gobierno 4e Buenos- Aires resulte su total aniquilamien- to. Entonces los salvajes de la Pata- gonia , libres en adelante del contac- to de los estranjeros , campearán in^ solentemente en la morada dd hcmi- bre civilizado, y suspenderán los ar- neses de sus cabaUos de los arteso- nados que aun resuenan actualmen- te con los sonidos de tina mikica ar- moniosa. La destrucción de la colo- nia del Carmel será una verdadera pérdida para los navegantes , y los comerciantes de Buenos-Aires , y ha- rá además sumamente difícil cual- quiera otro establecimiento de colo- nia en los mismos paises«
El gran diccionario publicado eir
1899 por Piqueta se espresa así en
el artículo Estrecho de Magallanes r
«La entrada del lado del Atlántico
se encuentra por 70** $8' de loiyitud
occidental, ^itre el eabo de las Vír-
jenes, higo W^ 31' de latitud sudj y
el cabo del Espíritu Santo, bajo
¿8* 14'. Titne diez leguas de an-
cho. La del lado del gran Océano
se encuentra por 77** 14' de lonji-
lud occidental entre el eabo Vic-
toria, bwo6a°19 de latitud sur, y
el cabo de los Pilai'es, bigo 62^46,
Tiane once leguas de ancho des-
de el cabo de las Vírjenes al ca-
bo Froward , que determina con
corta diferencia el medio del estre-
cho : este se dirije jeneralmenle al
sudoeste; del cabo Froward al de las
Vírjenes >e dirije, al nordeste , y su
lonjitud total es de ciento treinta le-
guas. La palle mas estrecha se en-
cuentra cerca de la entrada oriental,
y está determinada por el cabo Oran-
ge , estremidad norte de la Tierra
del Fuego , y puede tener una media
legua de ancho. Se ha contradicho
la existencia de dos grandes paso»
atravesando la Tierra del Fuego , el
canal de S. Sebastian, que une el es-
trecho al Atlántico , y el canal de
Sta. Bárbara que le none en comuni-
cación con el gran Océano. Las cosr
tas de este estrecho son en jeneral
muy elevadas, llegando en muchos
parajes á dos y tres mil pies de altu-
ra perpendicular sobre el nivel del
mar , ofreciendo numerosas abertu-