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HISTORIA DE LA

fasos de aquellos colosos anfibios , j no se desvaneciera el temor, á no ser por la certeza de la debilidad y mansedumbre de aquellos anima- les. Cuando un elefante marino repo- sa tendido en la playa, y le incomoda la fuerzade los rayos del sol, se le ve levantar repetidamente con sus an«  chas nadaderas de delante, gran porción de arena humedecida con 9gua del mar, y echársela en el lomo hasta que se halla enteramente cu- bierto , de modo que entonces pare- ce una gran roca. Los elefantes marinos son esen- cialmente pacíficos , en tal manera que los hombres pueden bañarse sin peligro en las aguas donde se encuentran reunidos , y así lo ha- cen los pescadores sin temor alguno. Estos animales son susceptibles de cierta enseñanza. Habiéndose pro- puesto un pescador inglés salvar á uno de estos mamíferos , se declaró su protector consiguiendo de sus compañeros que no le hiciesen daño, y así vi vio largo tiempo pacífico y res- petado en medio de la matanza.El pes- cador se acercaba á él todos los dias para acariciarle, y en pocos meses se QÍzo tan manso, que se dejaba mon- ta)* y meterle el brazo en la boca; iba cuando le llamaban , y en una pala- bra, el dócil animal aguantaba cuan- to queria hacerle el marineix) sin irritarse por nada. Desgraciadamen- te , habiendo tenido el Inglés un al- tercado con uno de sus compañeros, este por una cobarde venganza, ma- tó la foca protejida de su adversario. Lo mas dieno de admiración en el período de la vida del elefante ma- rino, es que inmediatamente que se siente enfermo, se sale del mar, se interna en tierra mas de lo acostum- brado , se echa al pié de algún ar- busto , y permanece allí hasta que muere , como si quisiera dejar la vi- da en los misiodos lugares en que la recibió. Los pescadores han obser- vado que sin tener ninguna señal de herida ó contusión', parece que entonces padece mucho, y muere al cabo de algunos dias de agonía. Según queda dicho en el artículo de la Patagonia, matan los elefantes marinos alanzadas; pero hay un me» dio mucho mas sencillo y muy sin^ fular para darles muerte : tal es el e un fuerte eolpe con un palo en el hocico. Un nombre solo, sin efu- sión de sangre, puede matar así ceu' tenares, de estos pobres animales. Abriendo el ^tómago de los que acaban de espirar , se encuentra en ellos comunmente , además de una gran porción de ova, piedras á veces tan numerosas y tan gordas, que pa- rece imposible puedan contenerlas sin des^rrar por su pesadez las pa- redes del seno donde se hallan. Dice Forster que el estómago de muchos de estos anfibios muertos por si» jente, estaba lleno de diez ó doce piedras redondas y pesadas , cada una del buHa de dos puños. ISLA DB LA SOLEDAD. — La- ísla mas interesante con respectóla pro- ducciones , y en la parte histórica , es la que los Españoles denominaron de la Soledad , jr posteriormente lla- maron de Conu los Franceses. Situa- da al este del archipiélago de las Malvinas , está separada de la gran- de isla occidental por un estrecho de siete á doce millas de ancho , lla- mada por los Españoles canal de Saoi Carlos, y por los Ingleses canal Falkland^ nombre en otro tiempo común á las dos islas , pero que na se aplica ya sino á la mayor. ' La Soledad tiene setenta y ocho millas de nordeste á sudeste , y cuar renta y cinco en su mayor anchura : sus costas ofrecen ensenadas y puer- tos entre los cuales , el que ha con- servado el nombre de bahia Fran" cesa , es el mayor y mas se^ro. El punto mas elevado de la isla es el monte Chatellux , situado cerca de- dicha bahía. Muy inmediato arran- ca una cadena de montañas poco ele- vadas y dispuestas en forma de re- cinto ; mas no se puede andar por ellas sin encontrar á cada paso pe- d FUSCOS de asperón, amontonaaos confusamente. De lo interno de su base sale un ruido monótono, ocasio- nado por las aguas corrientes que manan de la cumbre. De sus entra- ñas salen heléchos jigantesco» que tapizan con sus ramosos troncos aquellas enormes moles de rocas.