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HISTORIA DE LA

empezar uua colonia Mue no debía tener mejor éxito que el que tuvo la francesa. No dejó de sorprender á la Espa- ña esta abierta violación de sus de- rechos. Colocadas en los dos estre- inos de la América meridional dos potencias marinas estranjeras y po- derosas, podian dar un golpe de mano a las posesiones trasatlánti- cas españolas. Rn vista de esto, el gabinete de Madrid reclamó enérji- ctf mente de la Francia las islas Mal- vinas, que no eran mas que una de- pendencia de la América del sur, y esta nación tuvo que ceder y entre- gar al gobernador de otras islas, D. Felipe Kuiz Puente, la isla y estable- cimiento de Puerto Luis en 1.** de ubrildel767. Dos aqos después de la evacuación (le los Franceses, saliendo un dia de la bahía de la Soledad un navio espa- fiol , encontró' por casualidad á un !)uque inglés que venia de Puerto Egmont. Eslraordinaria fué la sor- presa de ambas tripulaciones al sa- ber, en vista de sus pabellones, que estábanlas dos hacia tiempo habti- tando en un mismo paraje sin sa- berlo. No era aquella la ocasión oportuna de obrar , contentándose los Españoles con intimar á los In- gleses que abandonasen aquellas is- las. Ambas colonias dieron conoci- miento á sus gobiernos del hecho, peix) los Españoles fueron los pri- meros que recibiei*on una satisfac- ción. Sabedor del establecimiento británico D. Francisco Bucareli y Ursna , gobernador de Buenos-Ai- res , envió á Port Egmont cinco fra- gatas con mil quinientos hombres de desembarco. Prevenidos con tiempo los Ingleses reunieron tam- bién sus fuerzas y trataron de opo- nerse á Maradiaga, comandante de la escuadrilla española. El número era casi igual por ambas partes, y después de un combate encarnizado, quedó la victoria por los Españoles , quienes se apoderaron de la colonia inglesa en 10 de junio de 1770. Vivamente picada la Inglaterra, reclamó enérjicamenle cerca del go- bierno español, y al cabo de muchas contestaciones y conferencias diplo- máticas, se permitió al gobierno británico volver á tomar posesión de Port Egmont; pero apenas lo hubo hecho, cuando abandonaron aquel punto los Ingleses consuma admi- ración de sus vecinos. Los Españoles establecidos en es- tas islas no dieron á su colonización todo el desarrollo de que era suscep- tible; era pues evidente que solo las conservaban por miras puramente políticas. Por otra parte, el clima húmedo y cálido era insalubre; la agricultura no prosperaba, y los ár- boles trasplantados de la isla del Fuego , no se pudieron aclimatar. Así fué que abandonaron gustosísi- mos aquel suelo tan poco adecuado á su temperamento meridional. Pe- ro el gobierno español, que queria conservar á toda costa aquel puesto avanzado de sus posesiones colonia- les en América , conservó una corla guarnición en la estremidad occi- dental del archipiélago, y las naves españolas iban allá de cuando en cuando para saber qué jentes y pa- bellones se presentaban á visitar aquellas costas , hasta que á princi- pios de este siglo tuvo que abando- nai* la España aquel punto definiti- vamente. La importancia de las Malvinas como puesto de arribada y militar , no pedia ocultarse al gobierno repu- blicano de Buenos-Aires. En 1820,1a fragata Heroina^maínáaádí por el ca- pitán Jewilt, fondeó en la bahía francesa y tomó posesión de estas is- las en nombre de la república. To- do inducia á creer que el gobierno revolucionario de la Plata ioa á ocu- parse seriamente en colonizar las Malvinas ; pero las violentas convul- siones políticas de que era entonces teatro la América meridional, impi- dió llevar á cabo este proyecto : cre- íase jeneralmente que ya se habia abandonado del todo, cuando en 1829 se espidió un decreto en que, después de |iaberse abrogado la re- pública de Buenos-Aires todos los derechos de la corona de España so- bre las tierras de cerca del cabo de Hornos, contenia las siguientes dis- posiciones :