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Historia

Los indios les señalaron que se fuesen hácia el pueblo, y que por el camino hallarian un rio y se hartarian de agua. Fueron como les dijeron, y hallaron un pozo muy bien empedrado en un gran llano, que llamamos, por vocablo de los indios de esta isla Española, çabana; durmieron allí aquella noche sin pasar adelante, porque vieron desde allí una gran labranza con una casa y muchas gallinas de las de papada. Otro dia de mañana, estando áun los españoles en el dicho campo llano ó çabana, vinieron á ellos ciertos indios, entre los cuales vino uno que traia un collar de cuentas de oro, que debia ser ó el Rey ó señor principal. El Capitan le dijo por señas, si se lo queria vender ó trocar, ó como acá usamos decir, rescatar, mostrándole ciertas sartas de cuentas de vidrios de colores, que poco y nada le agradaron, y así se fué con los otros. Desde á poco rato vinieron á los españoles, segun les pareció, hasta 1.000 indios, por ventura considerando que habiendo bebido y tomado agua, que era por lo que preguntaron, no se querian ir de su tierra, y parecia que se hacian reacios, y como á gente nueva, extraña y feroz, barbada, y que venia en aquellos navíos grandes, (y tambien porque habian visto y oido tirar lombardas de fuego, que les parecia echar truenos del cielo, y turbar los elementos, no vian la hora que de sí y de sus tierras, como peligrosa vencidad, apartallos), con una trompeta sonando, y dando gran grita, con sus arcos y flechas y tablachinas de las de medias lunas, de oro, y con muchos cascabeles, vinieron con ímpetu y ferocidad á echallos. Los españoles que no saben sufrir en tales tiempos grita de indios, por mucho que las voces alcen, como los conozcan desnudos y al cabo llevar lo peor por la mayor parte, y en especial que el capitan Francisco Hernandez era, como arriba dijimos, muy suelto y de buen ánimo, sálenles al encuentro, y asiéronse todos, los unos y los otros, y con grande ánimo pelearon cuatro horas, cayendo de los indios en tierra, muertos, muchos, cuantos podian desjarretar y desbarrigar con las espadas y alancear con las lanzas, y á saetadas con algunas ballestas que llevaban. Los indios no por eso desmayaban,