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Historia de un amor turbio

previsiones maternales, puso en manifiesto los mil quehaceres de una casa, y que aquéllas descuidaban lamentablemente. Perdida la única esperanza, las jóvenes se miraron con desesperación, muy entretenidas en el fondo con la negativa de su madre que afirmaba su condición de mártires. Dejaron caer los brazos desplomados á lo largo del cuerpo, en un gesto de forzosa resignación.

—Y si lo llamáramos á Rohan?—propuso Mercedes como un hallazgo, al estar solas.

—No—repuso Eglé—va á venir esta noche.

Cierto, no me acordaba! Señora de Rohan.... queda bien. Cuando te casas?

Su voz había cambiado un poco. Eglé no respondió.

— Si?.... Pues yo lo llamo por teléfono.

— Mamá ! — pidió Eglé — Dile á Mercedes que no haga eso.

Qué cosa?

Quiere llamar á Rohan para que venga.

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