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Historia de un amor turbio

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} pero remotos, en que hubiera vivido infinida de impresiones, como la mañana que sigu.

á un baile. El domingo y lunes pasaban con relativa rapidez por estar ya más apagadas sus impresiones. Pero el martes recomenzaba su ansia. — Pasado mañana es jueves, se decía. Y aún á esta simple palabra llegaba su ternura. — Mañana es jueves—jue—ves repetía al fin, endulzándose la boca en la promesa que le daban esas dos sílabas. Como se quedaba siempre á comer allá, el miércoles de noche, al sentarse á la mesa en su casa, se acordaba contento: Mañana no como aquí, es jueves. Y al evocar á Eglé á su lado, riéndose cada vez que le pasaba el pan por indicación de su madre, pues ella nunca se acordaba, sentíase completamente dichoso de ir á verla el día siguiente.

} 10 En las demás horas pensaba á menudo en ella; pero fuera de los momentos de aguda pasión, el recuerdo normal de Eglé no le pro-