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Historia de un amor turbio

No quiero.

Y sobre su boca y su cuello repetía, entre besos: No quiero.... no quiero.... no quiero tan bien y tan fruitivamente que los leones volvían á bramar, trayendo necesaria tregua.

Pero al rato:

—Quisiera saber qué se ha hecho de la personita impasible de antes.

Eglé se reía, dichosa. Era una de las más frescas impresiones de Rohan haberla presentido así, profundamente afectiva.

—Ya no hay más gestos de reina, parece, sefiorita?

—No, no... Me querrás mucho tiempo, tú?

—Psss!.... Doce años.

—Qué horror!

—Sí, pero como tengo once más que tú, en verdad son aún veintitrés de amor. Once años.... mucho verdad?

—Oh!

—Aunque nos casemos?