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Historia de un amor turbio

del terso cutis de Eglé, y cada vez que lo tocaba le sorprendía su suavidad. El encanto salíale de tal modo á los ojos que ella comenzaba siempre á sonreír cuando él se disponía á acariciarla de ese modo.

—No, no es eso...repuso Eglé recostando su cara en la de él. Es que tú no me quieres como antes.

—Te quiero.

—No, no!

—Sí, sí!

—Vienes porque tienes lástima, nada más, de tu pobrecita Eglé...

—Lástima, verdad? A ver, bien de cerca:

—Oh! así no vale!—protestó ella á medias palabras, la boca sofocada.

—Yo creía que sí.... Olvidamos todo, entonces?

—Vendrás más temprano?

—Eso no sonrió Rohan. De veras—agrego serio te juro que tengo que hacer.

—1 I