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Historia de un amor turbio

tal el odio al otro retratado en su semblante, que un sujeto en quien Rohan tenía sin darse cuenta fija la vista, lo miró de mal modo al verse provocado así. Rohan, percatado de su ridiculez, volvió la cara—calmándose.

Pero el rocío anterior estaba muy fresco aún para que persistieran las dudas. Tornó å pensar en Eglé, en su valerosa angustia al decirlo aquello que encerraba una completa seguridad de alma para el porvenir, y lleno de sana paz bajó en su casa. Acostóse, leyó contento y apagó la luz. Pero al punto de dormirse vió al otro, vestido de negro, en su lugar. Quiso arrancarse más no pudo: al otro era á quien besaba Eglé; al otro era á quien miraba con los ojos entornados; y en sus tres horas de insomnio recidivaron—más agudas por la inmovilidad—todas sus torturas.

Igual fué en los dos días subsiguientes.