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Historia de un amor turbio

Jamás volvería ella tampoco á oírlo:— «Mi Eglé, mi vida!....» Tuvo un desesperado impulso de regresar.

¡Si Eglé lo quería, á pesar de todo! Y cuánto más comprendía esto, más comparaba la felicidad que pudo haber tenido con su desolación actual. Llegó á detenerse en una esquina, titubeando; pero se contuvo y siguió hacia la estación.

—Mi destino de siempre:—murmuró amargamente—darme cuenta del valor de lo que tengo cuando ya lo he perdido.

Subió en el tren que llegaba, dueño otra vez de sí. Nunca más volvería. Alejándose, miró por última vez la galeria calada, el pasadizo norte, la verja, como miramos desde el coche—al emprender un largo viaje—las casas en que jamás nos fijamos, pero que comprendemos están en adelante ligadas para siempre al recuerdo del lugar donde amamos y sufrimos largos años.