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Los perseguidos

LOS PERSEQUIDOS 197 Lo que más recordaba de él era la mirada con que me observó al principio. No se la podía llamar inteligente, reservando esta cualidad á las que buscan en la mirada nueva, correspondencia — pequeña ó grande á la personal cultura y habituales en las personas de cierta elevación. En estas miradas hay siempre un cambio de espíritus, — profundizar hasta dónde llega la persona que se acaba de conocer, pero entregando francamente al examen extranjero parte de la propia alma.

Díaz no me miraba así; me miraba á mi únicamente. No pensaba qué era ni qué podía ser yo, ni había en su mirada el más remoto destello de curiosidad sicológica.

Me observaba, nada más, como se observa sin pestañar la actitud equívoca de un felino.

Después de lo que me contara Lugones, no me extrañaba ya esa objetividad de mirada de loco. En pos de su examen, satisfe-