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Historia de un amor turbio

dicho en un todo la verdad; tuvo una tifoidea, quedó mal, curó hasta por ahí, y ya ve que es bastante problemática su cordura. También es muy posible que lo del mostrador sea verdad, pero pasado á él mismo. Interesante el individuo, eh?

—De sobra!—le respondí, mientras jugaba con el cenicero.

Sali tarde. El tiempo se componía al fin, y sin que el cielo se viera el pecho libre lo sentía más alto. No llovía más. El viento fuerte y seco rizaba el agua de las veredas y obligaba á inclinar el busto en las bocacalles.

Llegué á Santa Fe y esperé un rato el tramway, sacudiendo los pies. Aburrido, decidime á caminar; apresuré el paso, encerré estrictamente las manos en los bolsillos y entonces pensé bien en Díaz Vélez.