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Historia de un amor turbio

Tenga cuidado! Los perseguidos comienzan adorando á sus futuras víctimasacordó muy bien de Vd.

—No es nada. Cuando lo vea me tocar á mí divertirme.

Esa noche salí muy tarde.

Pero no hallaba á Díaz Vélez. Hasta que un medio día, en el momento en que iba á cruzar la calle, lo vi en Artes. Caminaba hacia el norte, mirando de paso todas las vidrieras, sin dejar pasar una, como quien va pensando preocupado en otra cosa. Cuando lo distingui ya había sacado yo el pie de la vereda. Quise contenerme pero no pude y descendí á la calle, casi con un traspié. Me di vuelta y miré el borde de la vereda, aunque estaba bien seguro de que no había hada. Un coche de plaza guiado por un negro