Página:Historia de un amor turbio - Los perseguidos (1908).pdf/219

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
219
Los perseguidos

que se dijo nada tenía que ver con nuestra despedida.

—Malo, el asfalto—insinué con un avance del mentón.

Sun —Sí, jamás está bien—respondió en igual tono. Hasta cuándo?

—Pronto. No va á lo de Lugones?

—Quién sabe... Digame: dónde diablos vive Vd.? No me acuerdo.

Dile la dirección.

—Piensa ir?

—Cualquier día...

Al apretarnos la mano, no pudimos menos de mirarnos en los ojos y nos echamos á reír al mismo tiempo, por centésima vez en dos horas.

—Adiós, hasta siempre.

A los pocos metros pisé con fuerza dos ó tres pasos seguidos y volví la cabeza; Díaz se había vuelto también. Cambiamos un último saludo, él con la mano izquierda, yo con