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Los perseguidos

—Sale corriendo...

Ansiaba saber de su tía.

—Ahi está.

235 Me volví, y contra la ventana estaba llorando la pobre dama. Al verme redobló el llanto.

—Lucas!... se ha enloquecido!

—Cuándo?...

—Hace un rato... Salió corriendo de su cuarto... poco después de haberle mandado...

Sentí que me hablaban.

—Oiga, oiga!

Del fondo negro nos llegó un lamentable alarido.

—Grita así, á cada momento...

—Ahf viene, ahí viene!—clamaron todos, huyendo. No tuve tiempo ni fuerzas para arrancarme. Senti una carrera precipitada y sorda, y Díaz Vélez, livido, los ojos de fuera y completamente desnudo surgió en el zaguán, llevóme por delante, hizo una mueca en la puerta y volvió corriendo al patio.