Salga de ahí, lo va á matar!—me gritaron. Hoy tiró un sillón...
Todos habían vuelto á apelotonarse en la puerta, hundiendo la mirada en las tinieblas.
—Oiga otra vez!
Ahora era un lamento de agonia el que llegaba de allá:—¡Agua!... ¡agua!...
—Ha pedido agua dos veces...
Los dos agentes que acababan de llegar habían optado por apostarse á ambos lados del zaguán, hacia el fondo, y cuando Díaz se precipitara en éste, apoderarse de él. La espera fué esta vez más ansiosa aún. Pero pronto repitióse el alarido y tras él, el des bande.
—Ahí viene!
Díaz surgió, arrojó violentamente á la calle un jarro vacío, y un instante después estaba sujeto. Defendióse terriblemente, pero cuando se halló imposibilitado del todo, dejó de luchar, mirando á unos y otros con atónita y