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Historia de un amor turbio

Pero un poquito, no más; no puede hacerle nada!

—Me va á hacer mal, señora.

—No importa! Pruebe un poquito.

Rohan comía, y los cariñosos ofrecimientos continuaban, pues no hay en el mundo due= ña de casa á la cual sea posible hacer comprender que uno es enfermo del estómago, ó que no es justamente suma cortesía exigir una pésima noche en homenaje á la comida que se nos da. Una señora que sirve su mesa no hallará jamás otro motivo al rechazo de un plato que la timidez del huésped. Este tiene el fatal deber de halagar debidamente á la señora por el honor que le hace, y de aquí la espantable respuesta que acababa de dar la de Elizalde á Rohan: No importa que 2 le haga daño.....

Rohan, fastidiado, comió sin resistirse más, y dos horas después tenía el ineludible puño cerrado en la boca del estómago. Su desgano